Una de las consecuencias más penosa del covid-19 es la condición de estar aislado para proteger a los otros del contagio. El que lo padece siente además del malestar físico, el dolor emocional por estar separado de sus seres queridos en el momento en el que se encuentra más vulnerable. Éstos por su parte, sufren por no poder confortar a su familiar o amigo. Si la enfermedad se agrava y el enfermo es ingresado al hospital es aún más duro, existe la posibilidad de morir en total soledad.
Imagino cuán difícil es elaborar un duelo sin haber podido despedirse. Sin el recuerdo de un último abrazo, unas últimas palabras, o un sepelio en el que pueda experimentarse el dolor de la pérdida. No existe la posibilidad de ver el cadáver para convencerse de que la persona ya no está; porque, aunque el cuerpo ya no tenga vida, el virus sí. La muerte siempre es avasallante, pero sin la oportunidad de la despedida es incomprensible. Hay quienes optan por correr el riesgo del contagio antes que pasar por el trance de la separación. Mi hermana médica me contó la historia de uno de sus pacientes y pensé que debe ser una entre miles.
Un hombre de unos 78 años, supongamos que su nombre es Ramón llega a la emergencia. Le relata al médico de guardia que lleva varios días con fiebre alta y tos severa y que el malestar no le permite realizar sus tareas habituales. Al practicársele la prueba del virus Ramón sale positivo. Además de los otros síntomas también le cuesta mucho respirar, así que deciden ingresarlo. Ramón debe estar en total aislamiento, solo tiene contacto con el personal de enfermería que le administra su medicación. Se le informa a su esposa -llamémosla Dulce- que no podrá verlo, se comunicará con él por el interfono. Dulce se espanta, sabe que este maldito virus se ensaña con los hombres de la edad de Ramón.
– ¿Quiere decir que si se pone peor no estaré con él?, le dice al médico que acaba de darle la noticia. -No…Lamentablemente no. Le informaremos por teléfono del estado de su esposo. para evitar el riesgo de contagio usted no debe venir al hospital.
Dulce regresa a su casa consternada, no puede aceptar dejar solo a su marido cuando más la necesita. Luego de dos días del ingreso de Ramón vuelve al hospital, esta vez es ella quien presenta los síntomas de la enfermedad y pide que la internen junto con él. Quiere estar a su lado, peleando los dos esta batalla como tantas otras en más de 40 años de matrimonio. la prueba covid-19 de Dulce sale negativa, pero ella insiste en su ingreso. El médico de guardia le explica que si quiere ser ingresada con Ramón deberá firmar un documento que libere al hospital de responsabilidad en caso de que se contagie. -Firmo lo que sea. Es su respuesta.
Dulce es hospitalizada en la misma habitación que su esposo. Al día siguiente le vuelven a hacer la prueba y esta vez sale positiva. La pareja se enfrenta al virus que se ha llevado a la fecha a más de 126 mil personas en 185 países.
Después de una semana Ramón no resistió, murió por coronavirus. Dulce estuvo a su lado para cerrar sus ojos. -Joder, puto virus. No le dio tiempo a nada, yo creí que iba a poder ganarle…Pero no. Le dijo a mi hermana cuando firmaba el acta de defunción.