Matisse: The Red Studio, es la exposición que el MoMA exhibió hasta hace poco con los trabajos que el genio francés produjo en su estudio parisino de paredes rojas.
Confieso que inevitablemente el color rojo está asociado en mi consciencia al comunismo, me dicen rojo y lo primero que viene a mi mente es el martillo y la hoz y por extensión todos los símbolos del chavismo que se apropió de este color. Dejé a un lado el stress post traumático y fui a ver la exposición. Bellísima por demás, no conocía el trabajo de Matisse a profundidad, había visto un par de pinturas aisladas y no le había prestado a su obra la atención merecida. Me impresionó lo adelantado que estaba a su época, el manejo del color y sobre todo del trazo que da la impresión de haber sido hecho con un marcador y no con pincel. Muchas de las obras parecen parte de un comic,

otras me parecieron el antecedente al diseño gráfico.

La obra que da nombre a la exposición contiene en sí misma a todas las demás,

contemplar la pintura del estudio rojo es experimentar una especie de “inception”, al ver plasmada en ella un plato de cerámica que vimos previamente,

la pintura de una mujer desnuda o la de un joven marinero.
¡Cuál no sería mi sorpresa cuando me topé de frente con los ojos de Chávez! o unos que se me parecieron en un catálogo diseñado por Mattisse para una de sus exposiciones.

La campaña con los ojos de Chávez es una de las más brillantes (y macabras) en la historia de la comunicación política en Venezuela. Todo el país llegó a estar empapelado con esta imagen que producía la sensación de que Chávez era omnipresente y lo observaba todo.

No sé si sus creadores se inspiraron en Mattisse o sea sincronicidad (o que aún no supero el stress post traumático) que yo relacione las dos imágenes.