En la película Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) un niño se enfrenta a los prejuicios cuando prefiere practicar ballet en lugar de boxeo. En la escena final Billy ya adulto, se ha convertido en bailarín profesional e interpreta El Lago de los Cisnes. El espectáculo al que alude dicha escena es la versión que Matthew Bourne ha hecho del mítico ballet ruso de Petipa-Ivanov y cuya música compuso Tchaikovsky. El Lago de los Cisnes de Bourne se estrenó en 1995 y se presenta en Nueva York en el New York City Center del 30 de enero al 9 de febrero de 2020. Luego de 25 años continúa levantando controversias, ya que al igual que el joven Billy del film de Daldry, Bourne rompe paradigmas con su adaptación, donde en lugar de una prima ballerina y un corps de ballet con tutú y zapatillas de punta, son los bailarines hombres los protagonistas. El acercamiento de los hombres a la danza suele ser tardío y con frecuencia desafía los estereotipos que lo consideran una actividad femenina. Lo revolucionario del trabajo coreográfico de Bourne comienza con darle a los hombres un rol protagónico y no solo el de acompañante de su contraparte femenina.
La música original de Tchaikovsky se ajusta perfectamente al espectáculo que incorpora tanto las formas del ballet clásico, como de la danza contemporánea y la danza teatro; Bourne crea una atmósfera cautivadora e intrigante e imágenes de gran belleza. El vestuario y los elementos escenográficos le imprimen contemporaneidad a la pieza. El Swan Lake se convierte en el Swank Bar, asistimos a una escena de teatro dentro del teatro donde se parodia la afectación del ballet clásico y el conocido pas de quatre danse des petits cygnes es interpretado por cuatro bailarines descalzos, con pantaloneta de plumas y el torso desnudo.
El espectáculo comienza con el vuelo de un cisne que se proyecta en una pantalla. El cisne como elemento simbólico representa la intuición y la vida afectiva, y es esto lo que plantea el espectáculo de Bourne: la dicotomía del hombre contemporáneo entre la aceptación de su dimensión afectiva y emocional y la perpetuación de los patrones de la masculinidad tóxica. Un príncipe se debate entre seguir la tradición y cumplir con lo que se espera de él o romper con los modelos impuestos y expresarse libremente. El personaje del cisne se manifiesta de dos maneras diametralmente opuestas, en una es un ser libre que acepta todas las facetas de su ser, que no teme mostrarse vulnerable. En la otra adopta el arquetipo del macho tóxico: violento y de sexualidad exacerbada, el vestuario de cuero y la cabeza rapada recalcan aún más el patrón. A lo largo del espectáculo el príncipe es atormentado por sus propios demonios y contradicciones que finalmente lo llevan al confinamiento, como suele ocurrir cuando se desafían las normas sociales aún cuando sean arcaicas.
Bourne intenta explorar nuevas masculinidades en su propuesta, pero al final cede a los modelos tradicionales y el príncipe es aniquilado en su afán de liberación. Asimismo, la representación femenina refuerza los estereotipos. Los dos personajes femeninos principales son una madre castradora y una novia tonta, que provoca la risa fácil con su conducta pueril. En una época donde el feminismo y la abolición de modelos de comportamiento impuestos a hombres y mujeres es un tema en constante discusión, el Lago de los Cisnes de Matthew Bourne se presenta como un espectáculo de vanguardia en lo referente a la estética y en cuanto al discurso propicia el debate sobre si aún en el siglo 21 persistimos en considerar que ciertas actividades deben ser ejecutadas por hombres y otras por mujeres.
Excelente.
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