El efecto Bad Bunny.

Bad Bunny anunció la semana pasada a través de su cuenta de Instagram de más de 37 millones de seguidores que comenzaría la venta de los boletos para su gira 2022 en estadios (el aforo de los teatros y salas de espectáculos no da abasto para sus fans) de las principales ciudades de los Estados Unidos y Latinoamérica. En Nueva York el concierto será el 27 de agosto en el Yankee Stadium y el precio de las entradas va de $180 a $1756.

Con el reggaetonero puertorriqueño no hay términos medios, es amado por unos o repudiado por otros.  Sus fans lo han llevado a ser el artista más escuchado de Spotify por dos años consecutivos, ha ganado múltiples premios y es el único artista en la historia en encabezar la lista Billboard con un disco íntegro en español. Sus detractores no entienden el por qué de su éxito y yo me pregunto las razones por las cuales Bad Bunny levanta tanta roncha. A mí Bad Bunny me encanta, me parece el máximo exponente de la generación Z, admiro su desparpajo, su pasión y su disciplina. Reconozco que sus letras están cargadas de sexualidad y describen bastante gráficamente las experiencias de la juventud. Algunas me hacen ruborizar, la mayoría me hace reír y ver el mundo con los lentes de los que están en sus 20´s. “Tú me escribes, yo te busco en el Lamborghini un diablo, un beso de emoji”, “No me busques en Instagram mami, búscame en casa pa’ que veas lo que pasa”, “Contigo veo todo como en espiral quiero tirarnos fotos y que se hagan viral”, “De Snapchat te borré, de Facebook te borré de Instagram te borré, de mi vida te borré”, “La copa de vino, la libra de mari tú está’ bien suelta y yo de safari tú mueve el culo fenomenal pa’ yo devorarte como animal”. Con un lenguaje lejos de ser poético Bad Bunny le habla a una generación convirtiéndose en el relator de sus experiencias, cómo viven la sexualidad, las drogas, las redes sociales, su manera de ver el mundo. Su imagen también genera controversias, rompiendo los paradigmas de la masculinidad se pinta las uñas y usa falda.

En el video de “Yo perreo sola” aparece vestido de mujer, maquillado y con peluca, en una versión femenina de sí mismo.

Su estilo es cualquier cosa menos tradicional, diseña zapatos que se agotan de inmediato para Adidas y Crocs.

Mientras más éxito tiene más prurito causa en sus detractores que no se explican cómo ha llegado tan lejos con su voz gangosa. Los moralistas se escandalizan con el contenido sexualmente explícito de sus letras, los inquisidores musicales que solo se permiten escuchar Led Zepellin, Miles Davis o si acaso Latin Jazz, desprecian todo lo que se salga del canon establecido, desmerecen el pop mientras pregonan que ya no se hace música como la de antes. Nunca han escuchado a Rosalía, ni a Billie Eilish. Otros simplemente son envidiosos a los que les hiere el éxito de un joven irreverente.

Por mi parte seguiré intentando descifrar a una generación mientras perreo hasta abajo.

1 comentario en “El efecto Bad Bunny.”

  1. Bad Bunny es todo lo contrario a ser santo de mi devoción. En sus inicios también fui de las que se tomaba de los pelos porque a un artista como él le estuviera yendo tan bien. Pero a estas alturas del partido y con sus años de evolución de por medio, aunque siga sin agradarme, reconozco que dentro de la industria es de los que mejor lo está haciendo. Y se lo reconozco porque se atrevió a romper los paradigmas del género urbano en el momento exacto en que yo misma me quejaba de que aquel espacio parecía quedarse estancado con los mismos recursos de siempre.

    Bad Bunny no me simpatiza. Pero aplaudo enormemente a artistas como él cuando tienen esa capacidad de callarme la boca y tragarme mis propias palabras.

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