En el año 2017 se hicieron públicas una serie de acusaciones sobre abuso sexual. Decenas de mujeres muchas de ellas famosas como Gwyneth Paltrow, Ashley Judd y Salma Hayek, denunciaron a un productor de cine como depredador sexual. El productor de 67 años no era cualquiera, era Harvey Weinstein; uno de los hombres más poderosos de la industria. Weinstein era un Rey Midas, podía crear carreras de éxito y también destruirlas. podía hacer que ganaras un Oscar o que nadie te diera trabajo. Las mujeres que lo acusaban y que posicionaron en las redes sociales el hashtag “MeToo” aseguraban que Weinstein se había aprovechado de su poder para obtener favores sexuales y que esto era un secreto a voces en Hollywood.
Está claro que el proceder de Weinstein dista mucho de ser ético, pero ¿qué hay de los que conociendo su comportamiento lo consintieron? Seguramente decenas de personas a su alrededor sabían que para el productor de películas ganadoras del Oscar el sexo era un beneficio inherente a su influencia dentro de la industria. ¿Cuál es la responsabilidad de los que a sabiendas de lo que sucedía miraron hacia otro lado anteponiendo el éxito profesional a la moral? O peor aún, aquellos y aquellas que conociendo las “tendencias” de Weinstein en cuanto al sexo las aprovecharon para su beneficio.
Más de 80 mujeres afirmaron -algunas abiertamente, otras de manera anónima- haber sido coaccionadas y/o forzadas por Weinstein para mantener con él algún tipo de intercambio sexual. La Fiscalía del Estado de Nueva York lo acusó de cinco cargos relacionados con su conducta con dos de estas mujeres: delito sexual, violación en primer grado, violación en tercer grado, y dos cargos por agresión sexual. Después de cinco días de deliberaciones el jurado conformado por siete hombres y cinco mujeres lo declaró culpable del cargo de delito sexual y violación en tercer grado. Absolviéndolo de los cargos más graves de agresión sexual y violación en primer grado que podrían haberlo enviado a la cárcel de por vida.
En el juicio la Fiscalía no presentó evidencias forenses, tampoco registros policiales. Las pruebas del Fiscal consistieron en los testimonios de seis mujeres que narraron con toda crudeza sus experiencias con Harvey Weinstein. Dos de ellas directamente relacionadas con los cargos imputados y las otras cuatro para demostrar un patrón de conducta abusivo.
No pongo en duda que Weinstein haya hecho todo lo que se le acusa y hasta más; pero que haya sido declarado culpable, aunque constituya una reparación para las victimas es una sentencia que no está apegada al derecho. Una condena basada únicamente en testimonios echa por tierra el principio de presunción de inocencia y abre la puerta para que se castigue sin pruebas.
Cuando no se administra justicia se administra venganza. La condena a Weinstein representa por un lado la venganza de la sociedad por su conducta inmoral y abusiva que gracias al gran poder que detentaba le permitía actuar con impunidad. Y por otro, una advertencia clara para los que pretendan proceder como él, en la era post Weinstein los acosadores se lo pensarán dos veces.
En occidente el feminismo ha logrado que las mujeres sean reconocidas como seres humanos en igualdad de condiciones y derechos. No obstante, en el imaginario de muchos hombres aun persiste la idea de que las mujeres se encuentran en una situación de inferioridad y una manera de demostrar su poder de intimidación y dominación sobre ellas es a través del acoso sexual, que en los casos más extremos deviene en la violación e incluso la muerte. Por supuesto que estas conductas deben ser repudiadas y castigadas. Pero hay que tener claro que, ni todos los hombres son violadores en potencia ni todas las mujeres son víctimas. Así como hay casos de mujeres que han sido terriblemente abusadas también los hay de otras que han acusado a hombres falsamente para vengarse cual Medeas de la nueva era. Es por esto por lo que al igual que en cualquier otro caso penal es necesario presentar pruebas que soporten las acusaciones y no solamente enfrentar la palabra de uno contra la de otro.